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  • Foto del escritorJesid A. Díaz

Dolores, Horrores y Males: El Problema del Mal

Lo que está a continuación fue una colaboración entre Areópago y Cristianismo Ilustrado. Como editor de Areópago, redacté la sección II de este artículo, mientras que otro editor de la página redactó la sección I. El escrito tiene una estructura simple: La primera sección plantea el problema, y la segunda esboza una respuesta.



"¿Dónde estabas cuando puse los cimientos de la Tierra? (...) Cuando las estrellas del alba cantaban juntas y todos los hijos de Dios gritaban de alegría?" — Job 38:4,7


I

Ciertamente, cada uno de nosotros ha experimentado el mal en nuestras vidas. Incluso, si hacemos una inducción hacia el pasado, podemos presenciar que gran parte de la historia de la humanidad ha consistido, resaltado e implicado grandes cantidades de males en sus peores versiones. Esto nos llevaría a pensar que el método en el cual nosotros adquirimos el conocimiento de esta noción puede ser de carácter proposicional y no proposicional. Por un lado, es proposicional debido a que existen pruebas y evidencias que apuntan a la veracidad de una proposición — un enunciado con valor de verdad — , así como las piezas de un museo donde se exhiben armas de guerra que alguna vez fueron usadas, o incluso las tumbas de personas que hoy consideramos históricas por lo memorable de sus acciones que consistieron en violencia, si tal personaje fuese recordado en un sentido negativo, o por lo heroica de las hazañas, si tal personaje fuese recordado en un sentido positivo. Por otro lado, es no proposicional a su vez, debido a que gran parte de lo que hemos concebido sobre la noción del mal, parece venir de este tipo de conocimiento, por ejemplo, al momento de contar historias sobre diversos agentes exploramos muchas dimensiones sobre sus estados mentales. Así, podemos conocer cuándo una persona tiene pensado o realiza algún estado de cosas moralmente reprobables. Un ejemplo menos complejo podría tratar del cómo conocemos qué es el frío o el calor, así como conocemos lo hermoso o lo emocionante.


Dicho lo anterior relacionado al cómo conocemos el mal, cuando hablamos de las manifestaciones del mal, se nos viene a la cabeza situaciones como la cantidad de violencia, el asesinato a personas de cualquier edad, la injusticia social y otras manifestaciones en las que el hombre reconoce, ya sea de manera proposicional o no-proposicional, cuándo se da un estado de cosas malévolos. Aquí, los filósofos cristianos han traído una notable distinción entre males morales y males naturales, donde el primero hace referencia a un estado de cosas moralmente malévolas que son consecuencias de los actos volitivos de los seres humanos, es decir, de las acciones gracias a la autonomía de estos. El segundo, por otro lado, hace referencia a algún estado de cosas malévolos que no es producto del libre albedrío de los agentes racionales y con conocimiento moral. Sino que, es una consecuencia de los diversos fenómenos de la naturaleza, así como los terremotos, los tsunamis o cualquier desastre natural, o contando al mal animal como la ley de la depredación y el sufrimiento animal.


Esto nos lleva seriamente a cuestionar cómo tal estado de cosas es posible o real en un mundo donde existe un Ser “Máximamente Bondadoso y Poderoso” ¿Cómo es que un Ser así permitiría la atrocidad que generaron las dos guerras mundiales? ¿Cómo es que un Ser así permitiría el mal provocado por los terremotos en el mundo? ¿Cómo es que un Ser así permitiría el mal provocado hacia criaturas inocentes como los animales? Antes de responder indirectamente a estas preguntas, dejemos la distinción entre el problema y el argumento del mal. Por un lado, el problema del mal consiste en la tensión emocional que tenemos frente a una posible coexistencia entre cualquier estado de cosas malévolas y la noción de un Ser como Dios. Parece intuitivo que una respuesta que funcione en relación a dicha coexistencia no siempre cumpla con las necesidades emocionales de una persona sobre esta cuestión; sin embargo, estas demandas no afectarían la plausibilidad y/o la racionalidad de una respuesta. Por otro lado, el argumento del mal consiste en un razonamiento con premisas incluidas que concluye es lógica o metafísicamente imposible un grupo formado por las siguientes proposiciones:


(1) Un Ser Máximamente Bondadoso y Poderoso existe.

y,

(2) Cualquier estado de cosas moralmente malévolas existe.


es lógicamente inconsistente. Un grupo de declaraciones lógicamente inconsistente hace referencia a dos cosas: (i) un conjunto que denota una contradicción de la forma "p & -p"; o (ii) se puede deducir una contradicción de ese conjunto. Para entender su primera acepción, podemos ejemplificar el caso de un sujeto al que llamaremos Carlos. Este sujeto se encontraba en Londres pero se encuentra en Cardiff una hora después — pongámosle, a las 6:00 p.m.— con el fin de ver a sus amigos, esto incluye al menos un enunciado del tipo: “Carlos se encuentra en Cardiff a las 6:00 p.m con el fin de ver a sus amigos”. Ahora, imaginemos la situación donde un sujeto afirma que Carlos, a las 6:00 p.m. no se encuentra en Cardiff. Esto trae consigo el enunciado de: “Carlos no se encuentra en Cardiff a las 6:00 p.m. con el fin de ver a sus amigos”. Por lo que, si ambas proposiciones son incluidas en un conjunto de proposiciones, tenemos el caso de que ambas se contradicen directamente porque Carlos está y no está en Cardiff con el fin de ver a sus amigos a la vez. Para entender su segunda acepción, podemos tomar el mismo ejemplo, pero con la afirmación de dos sujetos. La primera afirmación va de que Carlos no tiene amigos, y la segunda, de que Carlos está en Latinoamérica a las 6:00 p.m. De este conjunto de declaraciones no se aprecia a primera vista una contradicción directa. Sin embargo, si las declaraciones “Carlos está en Latinoamérica a las 6:00 p.m.” o “Carlos no tiene amigos” son verdaderas, entonces no se podría decir que “Carlos se encuentra en Cardiff a las 6:00 p.m. con el fin de ver a sus amigos.” Dado a que no se encuentra en Cardiff y no tiene amigos.


Entonces, el argumento del mal establece que:


(3) O un Ser Máximamente Bondadoso y Poderoso existe o cualquier estado de cosas moralmente malévolas existe.


Dado (3) o la proposición (1) o la proposición (2) son falsas. Ambas no pueden ser verdaderas con el fin de evitar un conjunto de declaraciones lógicamente inconsistentes. A continuación, veremos algunas posibles respuestas satisfactorias a dicho razonamiento.



II

Iniciemos con una pregunta algo dialéctica: ¿Es el mundo cruel?


Antes de responder con lo que podría ser un bufido acompañado de un “obviamente sí”, piénsalo. Claro, el mundo y ecosistema natural humano está plagado de horrores, dolores, males inimaginablemente crueles. Aún recuerdo el fallecimiento de una de mis mejores amigas de toda la vida por un lento, tortuoso e indeciblemente doloroso proceso de cáncer. A veces, por momentos relampagueantes en las noches embriagantes, aún recuerdo su risa y nuestros planes. Y lo hago con una gran sonrisa, confiando en que la volveré a ver iluminada con la Luz Incandescente del Cielo.


Pero detente un segundo y medita si este tipo de males, o algunos otros relacionados con la naturaleza y las decisiones humanas, permiten concluir que Dios no existe, o que probablemente no existe. Espero que al final puedas responder por ti mismo esta pregunta.


Podemos pensar, claro, en algunas características de este mundo cuya negación solo podría conducir al nihilismo absoluto. Piensa en la afirmación de “es bueno que haya un mundo”. ¿Cómo alguien podría negar esto? Decir que es bueno que haya un mundo es una afirmación extremadamente mínima del valor de la existencia. Esta afirmación, aún así, sigue siendo compatible con que hubiera un mundo concebible (digamos, un mundo donde las placas tectónicas no provocaran grave actividad sísmica) que sea mejor que el mundo real. Como la negación de esta primera proposición sería la expresión más radical posible de nihilismo, confío que el lector tenga algún momento de gran felicidad en su vida, o alguna aspiración por delante, que evite la existencialmente fútil aceptación del nihilismo.


Ahora, vea esto: “Es bueno que haya un mundo natural complejo y de múltiples niveles”. Esto quiere decir que es bueno que hayan muchas entidades y muchos tipos de entidades interrelacionadas en el mundo natural, que exhiben diferentes grados de complejidad. Piensa en la diferencia entre un espectáculo de marionetas y grupos humanos o animales. Presumiblemente, el encanto de un espectáculo de marionetas es justamente su capacidad de simular la interacción natural. Medita un poco más en esto. ¿No es acaso patentemente cierto, confirmado por nuestra propia experiencia social? Nos maravillamos con los zoológicos, al admirar la proeza de la pluralidad natural. Nos fascinamos con una puesta de sol, o con la magistral colaboración en las colonias de hormigas. ¿No es esto una evidente expresión de que, al menos inconscientemente, pensamos que es bueno que haya un mundo natural complejo y multinivel? ¡Confío en que sí!


Intuyo que el lector perspicaz ya discierne un poco el camino al que nos dirigimos. Mira un tercer desiderátum: Es bueno que un mundo contenga seres vivos sensibles y racionales. Si el mundo es bueno, entonces es deseable que sus habitantes lo encuentren así, y seguramente su apreciación del mismo requerirá amplias capacidades sensoriales, así como la razón, que es necesaria para permitir la evaluación.


Otra más: Es bueno que las criaturas de un mundo así disfruten de cierto grado de autonomía. ¡Pero no pienses que esto es una “autodirección” humana que irrespete las jerarquías de autoridad! Sin embargo, es concebible que un ser que se encuentra propiamente dentro del ámbito de control de un poder superior, se le permita en muchas situaciones la libertad de actuar según sus capacidades inherentes, sin control directo o interferencia de ese poder. Y en la medida en que esto se hace, el valor intrínseco del ser se exhibe más claramente de lo que sería si no se permitiera este grado de independencia.


Y como cereza del pastel, considera: es bueno que haya un mundo evolutivo, un mundo en el que el universo en su conjunto, así como sus sistemas componentes, se desarrollen desde dentro, utilizando sus poderes y potencialidades inherentes. Piensa en el Gran Cañón. Piensa en la majestuosa historia evolutiva del universo mismo. Piensa en la “riqueza escondida entre las rocas” producto de eones de historia geológica en nuestro planeta tierra. Creo que esto es bueno, aunque concedo que hay una ventana abierta para el desacuerdo racional. Antes de esto, sin embargo, reflexione si un cosmos evolutivamente pobre podría ser ideal para nuestro asombro. En el ascenso del darwinismo, Henry Ward Beecher dijo:


Si los actos aislados evidenciaran el diseño, ¡cuánto más un vasto universo, que por leyes inherentes se construyó gradualmente y luego creó sus propias plantas y animales, un universo tan ajustado que dejó por cierto las cosas más pobres, y se esforzó constantemente por obtener resultados más complejos, ingeniosos y hermosos! ¿Quién diseñó esta poderosa máquina, creó la materia, le dio sus leyes, e imprimió en ella esa tendencia que ha producido resultados casi infinitos en el globo, y los convirtió en un sistema perfecto? El diseño al por mayor es más grande que el diseño al por menor.


¿Cómo esto se relaciona con la presencia del mal en nuestro mundo, en sus cantidades y horrores? Considero que, aunque todos (¿la mayoría?) consideramos las anteriores proposiciones como buenas al menos inconscientemente, aún nos resentimos cuando el adecuado funcionamiento natural da como resultado el mal. No piense, por favor, que esto se reduce a las catástrofes naturales. Como mencioné, también es bueno que los seres humanos posean libertad. Si los actos malvados son producto de la libertad de una persona, ¿le privaríamos de su libertad? El encarcelamiento, en realidad, es solo el reflejo de un sistema judicial retributivista que no anula el libre albedrío, solo castiga al malhechor. Espero que algunos hayan visto la tal vez horriblemente cruel película (o leído el libro) de La Naranja Mecánica. Alex, el protagonista psicópata, fue sometido a un idílico proceso de condicionamiento conductual para restringir su comportamiento delictivo. ¿El resultado? Alex aún conservaba su naturaleza inmoral, solo que no podía agredir al prójimo. Él fue el objeto de la violencia vengativa de sus víctimas, vivió el pasillo de muerte que él mismo infligió. ¡El mal en el mundo no se redujo, solo multiplicó la violencia vengativa!


Entonces, sigamos con el escenario de La Naranja Mecánica. ¿Lo correcto sería privar de libertad a todas las víctimas que cobraron venganza? Concedámoslo. Supongamos que la pandilla de Alex se arrepiente de traicionarlo y quisiera hacerle daño a los que se vengaron de su líder (Alex). Como medida, entonces también se les priva a ellos de libertad. Consecuentemente, los familiares de las víctimas nuevamente los hieren dado que la pandilla no se puede defender debido a su condicionamiento. Pero otros vienen, posiblemente los familiares de la pandilla de Alex, a cobrar nuevamente venganza. ¿Ve a dónde nos dirigimos? ¡Se debería privar de libertad a los seres humanos para garantizar el orden moral! Tristemente, esto conduce a una antinomia. La razón es que ya no hay ningún orden moral que preservar, porque ni siquiera hay acciones buenas o malas, solo comportamientos autómatas de los que en algún momento fueron seres personales capaces de reír espontáneamente, responder instintivamente o amar libremente. Por lo que, el costo de la libertad que todos aceptamos gustosos al menos en la práctica da la obvia posibilidad del mal.


Aún más claro, creo, será el problema de las catástrofes naturales. Piensa en los increíbles males de los terremotos, o tsunamis. La explicación geológica común para estos fenómenos es que parte del interior de la tierra está en estado fundido o semi-fundido; pero es justamente esto lo que ayuda a preservar la vida terrestre, incluyendo la nuestra. Los casos se pueden multiplicar a diferentes fenómenos naturales, como incendios forestales o tormentas en altamar. Las explicaciones son meramente en términos de procesos perfectamente naturales. Un mundo así también producirá enfermedades; ¡los gérmenes están a nuestro alrededor, y tienen su papel en el mundo! En un sentido real, la belleza del mundo que admiramos tiene su lado oscuro en los males que tememos.



Estas observaciones, por supuesto, son tal vez demasiado generales. Abarcarían, de ser correctos, los males naturales no relacionados directamente con los seres humanos, y presumiblemente también abordarían algún tipo de males naturales que afectan la vida humana. Pero aún así, quizá esto no satisfaga la percepción de lo inimaginablemente cruel que puede ser el sufrimiento natural. Si algún lector lo ve así, considere esto: Imagine que el relato del Génesis es cierto, no en el sentido literal sino meramente en sus afirmaciones teológicas básicas (Dios creó el mundo, el hombre desobedeció, el pecado atrofió la creación, etc). Si estás convencido de la teoría de la evolución, imagina que de un grupo particular de homínidos Dios toma a un par del resto de la manada para darles habilidades intelectivas, raciocinio, libertad, etc. Posterioremente, las poblaciones homínidas empiezan igualmente a poseer este tipo de habilidades. En algún momento, Dios inicia una relación con la nueva raza de homo sapiens, llevándolos a un paraíso edénico, donde disfrutaban de una felicidad indecible. Sin embargo, por algún motivo, decidieron rebelarse contra Dios, rompiendo el pacto del Cielo sumergiéndose en el libertinaje. De repente, al “verse desnudos”, empezaron las rivalidades tribales, las peleas entre grupos; las guerras, las hambrunas, el caos. Los sistemas esclavistas, y los daños de la naturaleza empiezan a surgir. La humanidad conoce el dolor.


Y así, con el corazón herido, Dios mira a un mundo roto; un mundo que prefirió rechazarlo. Tal vez lo más misericordioso hubiera sido eliminar a la raza, así como sería misericordioso eliminar a un caballo con una pata herida que solo le infligirá dolor incesante (asumiendo que no hay solución a su dolor). Pero Dios no solo es misericordioso: Es un Dios de amor. Y este Dios de amor pone en marcha un plan de rescate enviando a Su Hijo Jesús a morir en la cruz por nuestros pecados. Ahora ¿por qué Dios no evita las catástrofes, digamos, por una serie interminable de milagros? Posiblemente, la única forma de que el ser humano entienda su error es siendo consciente de lo que significa estar lejos de Dios. Si no saben los horrores de estar lejos, no podrán valorar lo ideal del abrazo Divino así como un hijo consentido no sabrá valorar sus bienes si nunca ha conocido lo que es tener necesidad de algo. Y lo que significa estar lejos de Dios es esto: Ser juguetes, marionetas, del azar. Es estar a la merced de fuerzas ciegas, naturales, que ni ven, ni sienten, ni se compadecen. Es la crueldad de la soledad. Esto implica que no habrá explicaciones para cada sufrimiento particular, pero sí habrá una razón por la que hay horrores inexplicables: Es lo que significa estar lejos de Dios. Si no estás cómodo con esto, ¡Dios tampoco! Por eso, la única alternativa es aceptar su bondadosa oferta de salvación de este mundo en ruinas.



¿Conclusión? Mínimamente, la muerte de los seres vivos es una característica dominante e ineludible de cualquier mundo remotamente parecido al nuestro.


¿Es el mundo cruel? Podríamos pensar que sí, pero la naturaleza no es intencional. No disfruta ni se entristece por las consecuencias, dañinas o no para los humanos, que produce. Simplemente está ahí, funcionando con sus leyes y mecanismos, preservando la vida. Dado que el mundo no puede ser cruel (y por implicación, tampoco amable) ¿podemos atribuir la crueldad al Creador? No, a menos que, invirtiendo los juicios que hemos hecho hasta ahora, estemos dispuestos a decir que la existencia del mundo es algo malo en general, que sería mejor que no existiera nada en absoluto (o nada más que Dios) que un mundo como éste. Tal negación nihilista de la bondad de la realidad, si se mantiene constantemente, no puede ser respondida con argumentos. ¡Pero esta actitud parece muy poco común, de todas formas!


Un último comentario. ¿Podríamos culpar a Dios por haber creado este sistema en lugar de otro? Si algún lector piensa esto, lo que creo es que debería replantearse esto por el simple hecho de que “un mejor sistema de la naturaleza” no es en realidad una posibilidad comprensible. Esto no es un reflejo de la ignorancia humana; más bien es un tipo de ignorancia más fundamental, sugerida por la del fenómeno del Ajuste Fino, incontrovertido en la cosmología moderna. Dadas ciertas constantes extremadamente “afinadas” para la posibilidad de la vida, apelar a cualquier esperanza de posibilidad de “otro sistema natural” solo canta en un altar vacío. Un altar que ni los sabios de este mundo deberían osar pisar.


Con esperanza, Aerópago.



Colaboración Aeropago y Cristianismo Ilustrado

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